Este último fin de semana ha dado comienzo la época de comuniones. Durante aproximadamente un mes y medio, la mayoría de los magos están muy ocupados tratando de llevar la ilusión, la risa y el asombro a niños y mayores.

La magia para comuniones, en contra de lo que algunos puedan pensar, no es nada fácil. En este tipo de eventos el mago tiene que asombrar y entretener a un público muy heterogéneo. Lo más habitual es encontrarse juntos desde niños pequeños de uno o dos años hasta abuelos de más de noventa. La principal dificultad del mago estriba en presentar una serie de juegos que sean entendibles para los más pequeños, y a la vez también sean mágicos y entretenidos para los mayores.

En otras ocasiones, los familiares contratan al mago para que haga magia sólo para los niños de la comunión. Muchos padres creen que al hacer magia para niños, «cualquier cosa les vale». No se dan cuenta de que precisamente el público infantil es el más exigente. Un mago especializado en magia para niños sabe qué juegos hacer, cómo presentarlos y cómo adaptarlos en función de la edad, el sexo y el nivel cultural de los niños presentes.

En mi caso, prefiero que los mayores también presencien la actuación. En esas ocasiones el espectáculo que presento está cuidadosamente preparado para que sea del agrado de todo el público. Por supuesto, los niños tendrán un papel protagonista, pero los adultos también se lo tienen que pasar en grande. Soy consciente de que tengo una gran responsabilidad, el recuerdo que se lleven los niños puede cambiar la idea de la magia que tendrán en el futuro.

Un «truco» lo puede hacer cualquiera, pero para crear un espectáculo se necesita estudiar, meditar, practicar y ensayar mucho. Saber de teatro, escenografía, música, presentación escénica, foniatría, pantomima… Hay que saber ser divertido, ingenioso, suscitar interés, provocar la risa o controlar las reacciones del público. La parte técnica de un espectáculo (lo que es la «trampa») representa una parte ínfima del total, y sin embargo es a lo único que algunos dan importancia.

Magos hay cientos, pero no todos son iguales, y en muchas ocasiones lo barato acaba saliendo caro. Pero la ilusión de un niño no tiene precio.