Desde muy pequeño, siempre me encantaron los libros. Tanto, que antes de cumplir cuatro años ya había aprendido a leer. Desde entonces y hasta bastantes años después, todas las noches antes de dormir me iba con un libro a la cama, y leía durante quince o treinta minutos antes de echarme en brazos de Morfeo. Durante esa época leí de todo: literatura juvenil, relatos de fantasía o ciencia-ficción, cómics, grandes clásicos de la literatura… prácticamente todo lo que pasaba por mis manos.

El tiempo pasa y los hábitos cambian, y poco a poco fui dejando esta magnífica costumbre. Sin embargo, siempre he intentado sacar tiempo para seguir leyendo, en otros horarios y con otros intereses. De modo que cuando empecé a hacer magia, una de las primeras cosas que me compré fue un libro. Y claro, acostumbrado a la literatura «ligera», aquello se me hizo un poco cuesta arriba: descripciones farragosas y complicadas, dibujos explicativos que explicaban más bien poco, y juegos que técnicamente no estaban a mi alcance en aquellos momentos.

Por tanto, hice lo que hacen muchos «magos»: comencé poco a poco a comprar juegos en tiendas de magia, y a presentarlos lo mejor que sabía. Intercalaba estos juegos con algunos otros efectos de algún libro que fueran técnicamente fáciles, y con el paso del tiempo logré tener un espectáculo de una hora de duración bastante decente.

Entonces, ¿cuál es el problema? El problema es que había tomado el camino fácil, el mismo camino que habían tomado muchos otros magos por las mismas razones. Y lo que acabó pasando es que todos los magos de la zona terminamos presentando prácticamente el mismo espectáculo, los mismos juegos y las mismas presentaciones, con mínimas variaciones.

Al darme cuenta de que todos estábamos haciendo lo mismo, recuperé los libros de magia que me había comprado en esos años, y cuál fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que aquello que anteriormente me había parecido farragoso y complicado ahora me resultaba mucho más claro y fácil, y que aquellos pases tan difíciles ahora me resultaban más accesibles. Y algo aún más sorprendente: en aquellos libros había juegos que eran verdaderamente maravillosos, y que sin embargo nunca había visto presentar a nadie.

Así que hace ya varios años que la mayor parte del dinero que invierto en magia ha sido para la compra de libros, y he llegado a tener aproximadamente un centenar de ellos. Mentiría si dijera que los he leído todos, pero sí que con frecuencia los hojeo y me encuentro con juegos, ideas o presentaciones completamente originales. Hace unos meses me lié la manta a la cabeza y me propuse elaborar un espectáculo completo con juegos originales y muy poco vistos, o con presentaciones que les hagan parecer distintos. He calculado que todavía tardaré aproximadamente un año en empezar a presentar estos juegos nuevos, pero el mundo es para los pacientes. El tiempo, y vosotros, deberéis juzgar si lo consigo.